Silencio, se vuela.

Veinte años. Diecinueve carreras. Miles de objetivos cumplidos en los 10 km de Laredo. Ese podría ser el
epígrafe del que es, como incesantemente repite su alma máter, Jonatan Flores, de la Asociación
Deportiva Amigos del Deporte, “el circuito más rápido del mundo”. Y no va muy desencaminado.
Desde que la prueba cobrase vida en un ya lejano 2003, este particular, echando la vista atrás, es evidente. La frenética fisonomía de un circuito plano y terso, de larguísimas y vastas rectas y exiguos giros, no puede sino elevar a los altares del atletismo español una carrera que, año a año, contempla cómo sus registros generales y personales descienden a velocidades vertiginosas, tanto en el caso del nivel más profesional, como en segmentos mucho más populares. Por marcas medias, se refrenda la teoría de la frase de cabecera. Cada primavera, Laredo se convierte en capital de la velocidad atlética desde hace ya casi dos décadas.
El primer triunfo en el palmarés, en 2003, para dos cántabros. Iván Hierro detenía el cronómetro en 2003 en 29:47.58. Era tan sólo un tímido aviso de lo que estaba por venir. Remedios Alonso, también de la casa, inscribía su nombre con letras de oro como primera vencedora femenina. En 2004, la prueba ya iba cerrando filas en torno a una idea de importancia capital, santo y seña con los años. La prioridad absoluta debía ser el atleta, y no a la zaga, el espectador tendría que sentirse parte esencial de la carrera. Con sobrada capacidad para acoger un aforo de atletas mucho mayor, los 10 km de Laredo siempre han apostado por la comodidad plena, tanto del corredor como del numerosísimo público, viéndose obligada la organización, año tras año, a cerrar el grifo de las inscripciones cuando cientos de personas aún se muestran interesadas en buscar sus retos por las calles pejinas. Ya en aquel 2004, siete atletas por debajo de 30 minutos. Y al tercer año de vida, la primera bomba de verdadera artillería. 9 de abril de 2005. Juan Carlos 'Tete' de la Ossa revienta el récord de España de la especialidad, fijándolo en un temible 28:03. Una fecha que ha quedado grabada a fuego en los corazones de los miles de espectadores que contemplaban a aquel diminuto conquense, con alma y hechuras de africano, en búsqueda y captura de una gesta casi de otro tiempo.
Con la participación ampliándose año a año, en 2006 y 2007 se confirmó la primera ocasión en la que una fémina, la madrileña Diana Martín, ha repetido victorias consecutivas (también Paula González, en 2011 y 2014, ha conseguido dos triunfos), y en 2007 y 2008 ídem en la categoría masculina, con victorias del marroquí Mohammed Amyn. Ya en 2009, se produce un hecho que cambia, incluso, el devenir de la ruta mundial. El rutilante keniano Micah Kogo se apodera del récord planetario, apartando al todopoderoso Gebrselassie por apenas un segundo de lo alto de las listas. Su 27:01 de Brunssum lo eleva a la categoría de mago del asfalto.
Laredo, buscando la excelencia mediante un golpe de mano, apuesta todo a una carta por Kogo para su edición de 2010. Tras pactar liebres y pasos, un incontrolable Kogo se quedaba aquel 20 de marzo en un escalón contiguo, con un fantástico 27:29, insuficiente, pero que permanecería, hasta la edición de 2019, reinante como récord de la prueba. Sólo la desorbitada proeza de Leonard Komon en Utrecht, pocos meses más tarde, pudo desbancar a Kogo de su récord mundial, fijándolo en un remoto 26:44 que continuó vigente hasta finales de 2019. La primavera de 2011 asomaba como presagio de lo que acontecería después, con debut y victoria de Paula González Berodia en uno de los sprints más bellos que se recuerdan, mano a mano con Iris Fuentes-Pila. No sería menos el gran Chema Martínez, venciendo in extremis a Hicham El Amrani. Año crucial, puesto que Laredo sobrepasa por vez primera el millar de atletas en meta. La soberbia victoria del catalán Carles Castillejo en 2012 escoltaba al récord de España que conseguía Marta Domínguez (31:47), imbatible a nivel nacional a día de hoy, pero invalidada posteriormente por dopaje. Y la edición de 2013 se convertía, de nuevo, en una oda al atletismo patrio, con la brillante pugna entre dos históricos del tartán nacional, ambos campeones de Europa, y felizmente habituales por las calles de la villa: Juan Carlos Higuero y Arturo Casado. El 'León de Aranda', tras tres participaciones anteriores (con dos segundos puestos y un tercero), conseguía por fin adueñarse del más
alto escalón del podio. Mientras, Iris Fuentes-Pila brillaba con luz propia, consiguiendo el récord de Cantabria (32:57), y arrebatándoselo, precisamente, a su hermana Zulema, dueña y señora de un magnífico 33:04 anterior, desde 2009.
La edición de 2014, el 22 de marzo, llegaba con estatus de prueba ya clásica, asiduo colofón nacional para la temporada de invierno. Y mayor éxito, casi imposible. Paula González superaba el récord cántabro, con una potentísima victoria en 32:36, refrendando un fabuloso estado de forma. Y un grupo de fulgurantes africanos, encarnado en la figura del bisoño keniano Wilson Kiprono Too, hacía saltar la banca. Con una cabalgada monumental, y en buena medida en solitario, se quedaba a las puertas del récord del circuito, con un 27:39 que lo mantuvo en el primer lugar de las listas mundiales hasta los primeros vestigios del verano atlético.
El 21 de marzo de 2015, un año menos un día después de la exhibición de Too, una ventosa y gris tarde, tan típica de tierras cántabras, no estaba predispuesto a arruinar lo que cada primavera es una fiesta absoluta y pura del atletismo. En duras condiciones climáticas que fueron empeorando con el paso de las horas, en aumento el viento y especialmente la lluvia, el etíope Dawit Fikadu vencía en unos más que destacables 28:04. Enorme mérito en vista de las adversidades. La bomba, el 31:00 de la marroquí Malika Asahssah, sobrado récord del circuito, y mejor marca mundial del año hasta mayo. Contingencias aparte, una evidencia de la magnanimidad de un recorrido prácticamente único en el mundo.
Un decimonoveno día de marzo del año siguiente, 2016, las condiciones climatológicas volvían a gestionar, a su manera, la predisposición de este sensacional recorrido para la consecución de registros. Zulema Fuentes-Pila reeditaba victoria, con 33:33, tras su primer lugar de 2009, hecho aderezado, además, con un espléndido récord de España >40 de Jacqueline Martín (33:36), y el ugandés, soberbio Campeón Mundial Junior de 10.000m en Eugene 2014, Joshua Cheptegei, brillaba con luz propia en una flamante cabalgada rubricada en 27:46 (el tercer mejor ganador de la historia de la carrera hasta aquel instante). Poco más de un año después, sólo el todopoderoso Mo Farah le privaría de la victoria en el 10.000m del Mundial de Londres. Inolvidable el 28:02 del coloso zaragozano Toni Abadía, socio de honor, valga su pasado laredano, segunda marca española de la historia en la distancia hasta ese momento, a apenas siete segundos del fastuoso récord de Juan Carlos de la Ossa en Manchester. Los números, marco de éxtasis, para la estadística, cantan por sí mismos: seis sub-29’, cuarenta y uno sub-31’, setenta y dos sub-32’. A partir de aquí, el nivel medio (y valga el concepto como simple vocablo orientativo) se encarece de manera brutal: 127 atletas por debajo de 33 minutos, 178 sobrepasando la frontera de los 34 minutos, 256 rompiendo la barrera de los 35 minutos. La comparativa con cualquier otro evento similar a lo largo o ancho del planeta es, simplemente, una utopía.
En 2017, un ya lejano 18 de marzo, alternado por retazos de primavera y tintes de otoño, se escribía nuevamente, por tercera vez, un nombre en letras de oro en el palmarés de la villa: la histórica Zulema Fuentes-Pila no encontraba oposición en los últimos compases para cabalgar hacia la meta en solitario en 33:31, en una implacable lucha contra el enemigo imbatible que supuso el viento. Única atleta, femenina o masculina, en copar lo alto del podio laredano en tres ocasiones. En categoría masculina, la estampida al disparo destacaba a la pareja keniana formada por el mítico Kiprono Menjo y el enjuto Stephen Omiso Arita. Tal fue el ímpetu que el segundo ya circulaba en solitario tras dos kilómetros. Pasando en 13:48 al ecuador, vio cómo el récord se le escapaba entre los dedos a lo largo y ancho de la segunda mitad de prueba, muy posiblemente a consecuencia de un primer tercio valiente hasta casi decir suicida, aunque logrando un sensacional triunfo tras gestionar casi la totalidad de la carrera en solitario. 28:00, y cuarto mejor ganador de la historia en Laredo. Cuatro sub 29’, trece sub 30’ (récord de las quince ediciones), treinta y seis sub 31’ y setenta y ocho sub 32’, como reafirmación de la espectacularidad de una carrera con un fondo de armario casi infinito.
En 2018, con un solvente grupo de cinco atletas dominando las hechuras desde el disparo, fue el etíope Amdework Walelegn –vigente subcampeón mundial de campo a través– quien se adueñaba de la victoria en un último suspiro de carrera colmado de inteligencia. Su 27:36 fue en aquel momento el segundo mejor registro de la historia de Laredo. La noticia para los intereses nacionales la traía bajo el brazo el gladiador Toni Abadía, que destrozaba el récord de España de la especialidad, el ya mítico 27:55 de ‘Tete’ de la Ossa. Abadía, 27:48, cruzaba, brazos al cielo, la meta en segundo lugar, ante un público colmado de expectativas y emoción, en uno de los momentos más especiales que esta carrera recuerda en su ya complejo historial. La keniana Mary Waithira añadía por vez primera su nombre al palmarés del 10k, en una victoria en la que comodidad podría ser la palabra que mejor defina su magnífica cabalgada.
En 2019, se representaba con brillo, bajo una esplendorosa tarde casi primaveral, la decimoséptima edición de la carrera, con récord de participación (2300 atletas, de los que concluyeron 1796). El ugandés Stephen Kissa batía su registro personal con un 27:13 que, además de escenificar la mejor marca conseguida jamás en Laredo, se aupaba a lo alto de las listas mundiales del año. Kissa se colocaba, así, como decimoprimer atleta de la historia bajo marcas admitidas por la IAAF en diez kilómetros en ruta, y como segundo mejor tiempo de siempre en suelo nacional (Kiprono Menjo, 27:04 en Barcelona, en 2010). Brillo africano (27:26 para el etíope Nibret Melak, uno y dos segundos, respectivamente, por delante de los kenianos Vedic Kipkoech y Kennedy Kimutai) en una auténtica fiesta de la velocidad, aderezada, por si fuera poco, por una sensacional victoria de la cacereña Teresa Urbina en su estreno en el envite, con un 32:52 que la convierte en la octava española más rápida de la historia sobre la distancia. La comparación con cualquier otro evento de la misma distancia a nivel mundial en lo que a números generales se refiere era hasta aquel momento sencillamente imposible.
Tras el obligado parón pandémico de 2020 —con doble aplazamiento incluido, hasta octubre de 2020 primero, y hasta marzo de 2021 después—, y con definitivo cambio de fecha final dada la imposibilidad de celebrar la decimoctava edición en el tradicional mes de marzo, el 16 de octubre de 2021 se citaban en la línea de salida de la calle López Seña dos mil atletas organizados en cuatro salidas diferentes a lo largo del sábado. La circunstancia más significativa, el doble triplete keniano, tanto en categoría femenina como masculina. Naomi Chepngeno se convertía en la única mujer en bajar de los 31 minutos en Laredo (30:34), por delante de Agnes Jebet Ngetich (31:20) y Nesphine Jepleting (31:42). Tres de las cuatro marcas más rápidas de la historia de la prueba. En categoría masculina, Weldon Kipkirui Langat conseguía el segundo mejor registro de siempre, un magnífico 27:24. ‘Chiki’ Pérez, cuarto, y Carlos Mayo, quinto, fueron los mejores nacionales en una prueba saldada con los números de las mejores ocasiones.
El día de San José de 2022, de vuelta a marzo, la decimonovena edición, en la antesala de la doble década, deparaba los mejores números en su conjunto de la historia de la prueba. La victoria del etíope Chimdessa Debele Gudeta, a apenas diez segundos de la mejor marca de siempre de Kissa. La alegría española, protagonizada por el deslumbrante 27:53 del prodigio Carlos Mayo, a tan solo un suspiro de la plusmarca nacional de Abadía. Segundo español de siempre, y cuarto por debajo de la barrera de los veintiocho minutos. Sexto, un descomunal ‘Chiki’ Pérez (27:56, su segundo sub 28’ y marca personal por tres segundos). Maravillosa Maitane Melero, decimotercera victoria española en diecinueve ediciones, en un final en el que demostró su enorme poderío, con 32:39 (sexto mejor tiempo para una ganadora en la historia de la prueba).
En cifras generales, la ya de por sí generosa estadística se rompe por completo con esta edición. Nunca hubo en Laredo tantos sub 28 (6), sub 29 (12), sub 30 (33), sub 31 (68), sub 32 (120), sub 33 (185), sub 34 (268) y sub 35 (365). Récords en todos los límites posibles e imaginables.
La consecuencia de todo es que, año a año, Laredo se convierte en la demostración inequívoca de cómo una carrera puede representar un inmenso cúmulo de marcas personales y satisfacciones kilómetro tras kilómetro, tanto en el ámbito más profesional como en el círculo de lo popular, en un recorrido que cuenta con el indudable beneplácito de las agujas inexorables del tiempo.
No son pocos los nombres ilustres que han paseado su infinito talento por Laredo. Antonio Serrano, Martín Fiz, Pablo Villalobos, Diana Martín, Pedro Nimo, Luismi Martín Berlanas, José Carlos Hernández o Teodoro Cuñado ya han sentido en sus piernas lo que es volar bajo por esas calles bendecidas con el don de la celeridad. Otros, como Paula González, Fabián Roncero, Irene Pelayo, Toni Abadía, Javi Guerra o las hermanas Fuentes-Pila son habituales, año tras año, de una cita primordial en el calendario. Sin olvidar que, en sus veinte años de existencia —en diecinueve ediciones—, la prueba ha disfrutado del lujo de padrinos tan majestuosos como Seve Ballesteros, Mariano Haro, Miguel Indurain, Ruth Beitia, Óscar Freire, Rafa Pascual, Óscar Husillos o Juanjo Cobo.
Un evento que contó, en su última edición prepandémica, la de 2019, con 346 atletas por debajo de la barrera de los 35 minutos. 822 (49 féminas) por debajo de los tan psicológicos 40 minutos. En el peldaño más élite, 115 atletas (treinta y nueve más que en 2018) rompiendo los 32 minutos. Los dígitos de 2021, suavizados por la circunstancia que nos tocó vivir, continuaron en la línea ascendente adquirida en los últimos años: 5 sub 29’, 11 sub 30’, 39 sub 31’, 89 sub 32’, 135 sub 33’, 200 sub 34’ y 276 sub 35’. Y las cifras de la última edición, la decimonovena, han reventado todos los registros establecidos. De auténtica locura. Un evento que, cada año, ve cómo fondistas de excepcional talento y corredores llegados desde los más recónditos lugares, tanto de dentro de nuestras fronteras como de fuera de ellas, acuden a una villa del norte de España en busca de su deseo más codiciado.
Laredo sigue ahí, esperando que el año transcurra rápido para desempolvar sus emociones. Y cuando, de nuevo, llegue la primavera, el mundo del atletismo se detendrá en seco. Llegará marzo, y volveremos a Laredo. Y de vuelta, en la que será su decimonovena edición, se detendrá el tiempo para que muchos cumplan su objetivo. En el circuito más rápido del mundo, “silencio, se vuela”.
Chema Barberarena, autor del blog de atletismo www.soycobarde.com
Twitter: @SoyCobarde2